En artículo publicado en Diario de Navarra el 22 de junio pasado, el Sr. Sarriés Sanz, del Claustro profesoral de la UPNA reflexiona acerca de la jornada laboral de cuatro días, es decir, de lunes a jueves, sin reducción de sueldo.

Por muchas notas favorables que puedan postular esta iniciativa, un país con déficit de PIB de auténtica ruina; con un paro estructural del 13% (amén de una población activa insuficiente); con un desempleo juvenil escandaloso; con un IPC superior al 10%; y una elevada morosidad empresarial que llega a un retraso medio en los pagos de 84 días, hablar de trabajar efectivamente medio año es una ironía.

No hay que olvidar que España es un país de Pymes (2,9 millones) que mantienen la gran parte del tejido empresarial y son esenciales en la creación de empleo.

¿Cómo se practicaría esa mini-jornada en la hostelería, por ejemplo? (que reporta el 15% del PIB). O, en el comercio básico tanto minoritario como mayoritario, igualmente en servicios públicos, educación y salud (que mantiene ahora una lista de espera exorbitante).

¿Y el pago de las cotizaciones de Seguridad Social?

Se habla de ciertos experimentos en esta estrambótica idea. No representan nada por su total imposibilidad.

En la situación que padecemos los trabajadores están preocupados por encontrar una colocación estable (y en España), que satisfaga unas razonables aspiraciones retributivas, no ensoñaciones.

No parece coherente en este sentido el lejano ejemplo de Japón, que constituye un modelo socio-laboral distinto y hemos visto asiduo al servicio extraordinario.