La calidad en salud es el resultado de un compromiso forjado conjuntamente por el enfermo y el médico. Este compromiso es evolutivo. Puede ascender en calidad en la medida del crecimiento de las habilidades que adquiere el enfermo con el tiempo y la experiencia.

No hay ninguna razón para tratar a todos los enfermos de forma idéntica. La estandarización de la asistencia es una aberración no solamente práctica sino también teórica y científica. El cuidado no es una mercancía. La producción del cuidado no es industrial sino servicial o relacional. Su calidad reposa sobre un ajuste caso por caso, a cada beneficiario en particular.  La estandarización del cuidado o del celo es por tanto, un golpe de fuerza contra las reglas de la profesión y contra la deontología, y la violación de las reglas de la actividad (métier) conducen ineludiblemente a la degradación de la calidad del cuidado. La deshumanización de la función, consecuencia directa de su industrialización (que ya dio los primeros pasos con la proletarización del médico) conducen pronto a la brutalidad en relación con los enfermos. Véase el mal trato.

La estandarización genera sentimientos de sufrimiento en los cuidadores. En particular los que o las que se ven obligados a aportar su concurso o prácticas que les son moralmente reprobables lo que se designa con el nombre de “sufrimiento ético”.